Blog de Carla Marín

Vivimos en un mundo donde muchas veces la pasión y la amistad no están unidas en una relación de pareja estable. En este artículo, entregamos las claves de los matrimonios exitosos, según las investigaciones de los mejores especialistas en el tema.   #CoachingdeVida

Nadie nos ha educado para amar o ser amados, y se sufre demasiado por ello. ¿Quién no ha sufrido alguna vez por estar con la persona equivocada, por el amor no correspondido, por la indiferencia, la frialdad, por el engaño, la infidelidad, o por querer demasiado?

El psicólogo y escritor  italiano Walter Riso, señala que para que exista un “buen” amor de pareja, funcional y unificado, deben estar presentes en forma equilibrada 3 elementos con base en sus raíces griegas: eros (el amor que toma y se satisface), philia (el amor que comparte y se alegra) y ágape (el amor que da y se compadece).

Un amor completo, sano y gratificante, que nos acerque más a la tranquilidad que al sufrimiento, requiere la unión ponderada de los 3 factores mencionados: deseo (eros), amistad (philia) y ternura (ágape). La triple condición del amor que se renueva a sí mismo, una y otra vez, de manera inevitable.

Riso explica que una pareja funcional no necesita tener sexo cinco veces al día (la calidad es mejor que la cantidad), estar de acuerdo en todo (las discrepancias leves reafirman la individualidad) o vivir en un eterno romance (mucha ternura empalaga). El amor inteligente es un menú que se activa según las necesidades: en todo momento, a la medida y armoniosamente.

Al amor no sólo hay que degustarlo sino incorporarlo a nuestro sistema de creencias y valores. Se trata de incrementar el “cociente amoroso” y ligar el corazón a la mente de tal manera que podamos canalizar saludablemente el sentimiento. Cuanto más disgregados estén los componentes del amor, mayor será la sensación de vacío y desamor.

Los Factores Claves del Buen Amor

  • Eros: la pasión

El deseo mueve al mundo y como dice el filósofo Comte-Sponville: “el amor se nutre del deseo, el amor es deseo”. Es el deseo a favor de la existencia, un poder autoafirmativo, el motor principal que nos empuja a actuar en pareja.

Se ha descubierto que la excitación romántica está directamente ligada a la feniletilamina, una sustancia estimulante adictiva que cuando se dispara produce euforia y alborozo.  Además, existe evidencia de que el amor no sólo entra por los ojos, sino por la nariz, asociados a unos productos volátiles que exuda el organismo, llamados feromonas, que actúan como señales bioquímicas relacionadas con la atracción y el interés sexual: la seducción del aroma, que explicaría en parte el fenómeno del “amor a primera vista”.

La bioquímica del amor erótico podría resumirse:

  1. Lujuria o deseo ardiente del sexo, cuya responsable es la testosterona y
  2. Atracción o amor en la etapa de euforia, cuya causa está determinada por elevadas cantidades de dopamina y noradrenalina (neurotransmisores cerebrales) y bajos niveles de serotonina.

En el erotismo el sexo no está exclusivamente al servicio de la reproducción, sino también al servicio del placer, al goce de amar a través del contacto físico y los imaginarios. Sin embargo, la pasión sola no es suficiente para mantener una relación de pareja estable en el tiempo. ¿Entonces qué es lo que se requiere para ello?

  • Philia: amistad amorosa

Eros declina con el paso del tiempo. Tranquilidad y deseo, juntos y revueltos: la base de toda buena relación. Philia es la alegría de que la persona amada ronde nuestra vida. Gozar de la persona amada sin angustia y con benevolencia. “Me alegra tu alegría, me complace verte feliz”.

La amistad amorosa implica la complicidad en la relación de pareja. Otros componentes principales de la philia amorosa son: cercanía e intimidad, sentimiento de gratificación, justicia (dar y recibir en forma equilibrada), confianza (los miembros de una buena pareja tienen la certeza de que el otro nunca les hará daño intencionadamente)

  • Ágape: de la simpatía a la compasión

Un amor que salta por encima del “yo quiero” erótico y del “tú y yo” amistoso, para ubicarse enteramente en el “tú”. El amor desinteresado que da y se entrega sin más. La dulzura y la delicadeza suelen estar presentes en las relaciones funcionales.

En ocasiones decidimos dar sin esperar nada a cambio o sentimos la urgencia profunda y determinante de buscar el bien del ser amado aun a costa de nuestro ego. Es el sentimiento de querer ayudar y comprender a la persona amada cuando nos necesita. Por ejemplo, cuando un miembro de la pareja está enfermo y el otro lo cuida desinteresadamente.

Una buena relación está basada en la confianza mutua, en las fantasías compartidas y en un erotismo disponible. No hace falta que tengas ganas las veinticuatro horas, basta con que haya madera para encender el fuego, preludios, insinuaciones, picardía o malicia de la buena.

Admiración/afinidad

La admiración  obra como un moderno y evolucionado sistema de atracción, que reemplaza los primitivos estímulos visuales por unos más sutiles y elegantes.

En la admiración lo erótico es indirecto. Una persona brillante, que además se destaque en alguna área de nuestro interés, ganará automáticamente puntos en su atractivo, aunque no sea muy bella físicamente. Esto no garantiza la aparición de “eros”, pero sus probabilidades se incrementan notablemente. Podemos entrar al deseo o al enamoramiento desde la admiración, incluso desde la afinidad, si no se convierte en tedio.

¿Se puede desear lo que ya se tiene?

La escritora y psicoterapeuta belga Esther Perel, especialista en terapias familiares y de pareja, explica en su libro “Inteligencia erótica: Claves para mantener la pasión en la pareja”, que cuando nuestros deseos no se cumplen, nos sentimos desilusionados. Nos causa frustración que nos niegen un aumento de salario, el ingreso a la universidad o no ser aceptados para un trabajo. Cuando el objeto de nuestro deseo es una persona, su rechazo nos hace sentir solos, que no valemos la pena, que nadie nos quiere o, lo que es peor, que no podemos ser amados. Sin embargo, obtener lo que queremos muchas veces debilita la emoción provocada por desearlo.

La deliciosa sensación generada por el anhelo, las elaboradas estrategias de la búsqueda, las fantasías emotivas (toda la actividad y energías puestas en el deseo, dejan paso a la posesión de aquello que deseábamos). Gail Godwin escribió: “la acción de desear siempre es más intensa que la recompensa que nos da obtener lo que deseamos”.

¿Es más difícil desear lo que ya se tiene? La ley de los rendimientos decrecientes nos dice que el aumento de la frecuencia lleva a la disminución de la satisfacción. Cuanto más tiempo utilizas un producto, menos satisfactorio será cada uso siguiente.

Afortunadamente, Perel afirma que la lógica de este argumento se desmorona al ser aplicada al amor, ya que se basa en la suposición errónea de que podemos tener a una persona de la misma manera que podemos tener un iPod o un nuevo par de zapatos de tacón Prada. La gran ilusión del amor comprometido es pensar que nuestras parejas nos pertenecen. Cuando en realidad su otredad es invulnerable, y su misterio es eternamente impenetrable. Apenas podamos comenzar a reconocer esto, el deseo continuo se convertirá en una posibilidad real. No hay nada como el miedo a la pérdida para que los zapatos viejos parezcan nuevos.

Ella señala que “si quieres que el sexo siga siendo jugoso, debes hacer algo para que suceda”. Entonces, ¿cómo podemos mantener viva la pasión en el tiempo dentro de nuestra relación de pareja estable? Se recomiendan 2 acciones:

  • Planificar genera expectativas: tener expectativas implica que estamos esperando que algo suceda, es un ingrediente importante del deseo y planificar la sexualidad puede ayudar a generarlas. La fantasía es el mortero de las expectativas. Es una especie de juego previo que tiene lugar por fuera de la interacción directa de la pareja.
  • Cultivar el juego: la naturaleza humana detesta la falta de intensidad. Las personas desean estar radiantes. Quieren sentirse vivos.

Los animales tienen sexo, el erotismo es exclusivamente humano: es la sexualidad transformada por la imaginación. El erotismo surge del cultivo de la excitación: es la búsqueda intencionada del placer. Octavio Paz compara al erotismo con la poesía del cuerpo, con el testimonio de los sentidos. Al igual que un poema, no es lineal: serpentea y vuelve sobre sus pasos. Nos muestra lo que vemos, pero no a través de los ojos del cuerpo, sino a través de los ojos del espíritu.

El erotismo, ligado como está a la imaginación, representa otra forma de juego. A través del juego dejamos en suspenso la incredulidad: simulamos que algo es real, cuando sabemos con total certeza que no lo es.

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